Cuando Jesús comenzó a predicar el evangelio no siempre encontró buenas audiencias. Aunque hizo obras maravillosas, algunos no se arrepintieron; otros buscaban sorprenderle en alguna falta para tener razón de acusarle: estas son algunas razones de porqué Jesús comenzó a enseñar en parábolas.
Uno de los problemas que Jesús encontró en mucha gente es que sus corazones estaban endurecidos. Para llamarles la atención sobre esta situación, Jesús enseñó la parábola llamada “la parábola del sembrador”, que también se conoce como “la parábola de las cuatro tierras” o “la parábola de la semilla”.
Esta parábola fue enseñada por Jesús para ilustrar las diferentes reacciones al mensaje del evangelio, y es una de las pocas parábolas que Jesús interpretó él mismo. La importancia de esta parábola es enfatizada por las palabras de Jesús en Marcos 4.13: “Y les dijo: ¿No entendéis esta parábola?”
No se especifica quién es el sembrador, pero en Mateo 13:37, al explicar la parábola del trigo y la cizaña Jesús dice “El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre”. Por esto podemos entender que en esta parábola también la figura del sembrador hace referencia a Jesús, aunque también se puede aplicar hoy a todo discípulo que fielmente proclama el mensaje del Hijo de Dios.
Mateo 13:19 deja claro que la semilla que se siembra es la palabra del reino, que era el tema principal de Jesús (Mateo 4.23: “Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo”).

La semilla que cayó junto al camino es la primera tierra, que representa al que oye pero no entiende: son personas que ya endurecieron su corazón antes de oír el evangelio. Mateo 13.19 dice: “A todo el que oye la palabra del reino y no la entiende, el maligno viene y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es aquel en quien se sembró la semilla junto al camino”. Lucas 8.12 explica aún más: “Y aquéllos a lo largo del camino son los que han oído, pero después viene el diablo y arrebata la palabra de sus corazones, para que no crean y se salven”. Aunque Satanás contribuye cegando a estas personas, en realidad su situación es consecuencia de su endurecido corazón.

La semilla que cayó en pedregales es la segunda tierra, que representa a quienes reciben la palabra con gran gozo pero no están bien firmes en la palabra de Dios y cuando vienen las dificultades se devuelven con facilidad. En Mateo 13:20 Jesús mismo explica que “Y el que fue sembrado en pedregales, éste es el que oye la palabra, y al momento la recibe con gozo; pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza”. Esto se da porque la recepción emocional del mensaje no es suficiente: se requiere una base fuerte en la palabra de Dios para poder sobrellevar las tribulaciones y la persecución.
La semilla que cayó entre espinos es la tercera tierra, que (según Mateo 13.22) representa a quienes oyen la palabra pero no llegan a dar fruto porque (según Lucas 8.14) en ellos la palabra es ahogada por las preocupaciones del mundo, el engaño de las riquezas y los placeres de la vida. (Para detalles sobre las preocupaciones del mundo ver Lucas 21.34-36 y Mateo 6.31-33; para detalles sobre el engaño de las riquezas ver 1 Timoteo 6.9-10 y 1 Timoteo 6.17; para detalles sobre los placeres de la vida, ver Gálatas 5.17 y Gálatas 6.7-8).
La semilla que cayó en buena tierra es la cuarta tierra, que representa al que “el que oye y entiende la palabra y da fruto” (Mateo 13.23). Dice Lucas 8.15: “Mas la que cayó en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia”. Entonces, los de “corazón recto y bueno” son los que entienden la palabra de Dios: son los que la retienen y dan fruto gracias a su perseverancia. Hay una notable relación entre “entender” y “llevar fruto”: solo cuando uno entiende es que puede dar fruto, pero la base para esto es tener un corazón recto y bueno… un corazón dispuesto a oír y a aprender.
Ahora bien: ¿qué clase de fruto puede uno llevar? Hay diferentes clases de fruto, por ejemplo: el fruto de ganar almas para Cristo (Romanos 1.13: “para tener también entre vosotros algún fruto, como entre los demás gentiles”), el fruto de vivir en santidad (Romanos 6.22: “tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna”), el fruto de compartir los bienes materiales (Romanos 15.27: “porque si los gentiles han sido hechos participantes de sus bienes espirituales, deben también ellos ministrarles de los materiales”); el fruto de desarrollar en uno el carácter de Cristo (Gálatas 5.22-23: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”); el fruto de toda buena obra (Colosenses 1.10: “llevando fruto en toda buena obra”); el fruto de alabar a Dios (Hebreos 13.15: “sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre”).
Pero hay otra cosa que notar: no todos llevan la misma cantidad de fruto. Mateo 13.23 dice “Mas el que fue sembrado en buena tierra […] produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno”. Esto parece indicar que cada quién dará fruto de acuerdo a la habilidad que Dios le dé, tal como se ilustra en la parábola de los talentos (Mateo 25.15: “Y a uno le dio cinco talentos, a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad”). De aquí se deduce que la habilidad que Dios nos dé, la debemos de ejercitar al máximo (1 Pedro 4.10: “Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios”).
DIOS NOS AYUDE A SER BUENA TIERRA Y LLEVAR BUEN Y ABUNDANTE FRUTO!!!
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