noviembre 03, 2015

LA Historia de José, Amor y Perdon (2 Parte)

Pasado lo que vimos la semana pasada Jose fue llevado como esclavo a Egipto y presentado a Potifar un hombre de confianza del gobierno egipcio de mucho dinero e importancia. Este hombre al ver que Jose era inteligente y sabia de números y letras lo puso a cargo de su casa, sin embargo, la esposa de Potifar trato de seducirlo y Jose no lo acepto. Por tanto esta mujer por rabia le dijo a su esposo muchas mentiras de Jose por lo que lo enviaron a la cárcel. Sucedidas todas estas cosas pasó que Jose interpretó un sueño de Faraón y luego que Faraón encontró impresionante su interpretación lo puso a cargo del reino. Solo Faraón estaría sobre Jose. Luego de sucedido lo que Jose interpreto del sueño de Faraón, y contento porque Dios lo había honrado en la tierra que fue de aflicción, paso que se comenzó a cumplir el sueño que Faraón había tenido. Sin embargo Jose nunca olvidó su casa y su familia, sobretodo a su padre.


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Al acabar los siete años de abundancia en Egipto, llegó el hambre, y el pueblo clamaba al faraón, que les decía que fueran a José e hiciesen lo que él dijera. Mucha gente fue a comprarle trigo a José, no sólo de Egipto, sino también de otras tierras.
El hambre también golpeó las tierras de Canaán, y en especial Beerseba, donde vivía Jacob, el padre de Jose, con su gente. Enterados de que en Egipto había trigo, envió a sus diez hijos mayores a Egipto dejando a Benjamín, el menor de todos, a su lado. Los diez hermanos llegaron hasta la corte del faraón para pedir ayuda, y se presentaron ante José, al que no reconocieron porque estaba muy cambiado y además vestía como egipcio.
Pero José sí los reconoció a ellos, pero disimuló y les preguntó a través de un intérprete de dónde venían. Sus hermanos le contestaron que venían de Canaán para comprar alimentos, pero él los acusó de ser ladrones y espías. Ellos, consternados, le contestaron que todos eran hermanos, hijos de Jacob. José les replicó “¿Como puede ser un hombre tan rico en hijos?”, y ellos explicaron que en realidad eran once hermanos, pero que el menor de todos se había quedado con su padre. José mandó encerrar a sus hermanos en la cárcel durante tres días, y durante este período ellos reflexionaron sobre todo el mal que le habían hecho a José. Éste, que los escuchaba, tuvo que retirarse debido a la emoción que le causaban sus palabras. Al cabo de los tres días, José los liberó y declaró que llevarían trigo a Canaán, pero, para demostrar la veracidad de sus palabras, deberían volver y traer consigo al hijo menor, Benjamín. Mientras tanto, tomó a Simeón como rehén y lo encerró. Además, metió en las alforjas de sus hermanos el dinero que ellos habían pagado por el trigo.

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Cuando regresaron a Canaán, los hermanos quedaron consternados al ver en sus alforjas el dinero que habían pagado, y temieron que los egipcios pudiesen utilizar esta situación para convertirlos en esclavos y despojarlos de sus bienes. Le contaron todo lo sucedido a su padre, y Jacob se entristeció por Simeón, pero les contestó que no iban a volver a Egipto con Benjamín porque ya había perdido a José y no soportaría perder también a Benjamín, el único hijo que le quedaba. Pero la sequía y escasez continuaron y, tras mucho insistir, Rubén y Judá consiguieron que Jacob transigiera, y los hijos de Jacob volvieron a Egipto con Benjamín.
Al volver a Egipto, los hijos de Jacob fueron recibidos por el mayordomo de José, que les dijo que no debían preocuparse por el dinero y además los reunió con Simeón. Todos fueron invitados a la casa de José, a quien le dieron regalos de parte de su padre. José se alegró especialmente de ver a Benjamín después de tanto tiempo, hasta el punto de retirarse a sus habitaciones a llorar de la emoción. Tras recuperarse, José invitó a sus hermanos a un banquete, en el que los acomodó por orden de edad. Al ver esto, se sorprendieron mucho, pero el mayordomo de José les explicó que pudo adivinarlo gracias a su copa de plata, que era mágica. Todos comieron y bebieron felizmente; en especial Benjamín, que recibió más y mejor comida que sus hermanos.
Cuando los esclavos estaban llenando de trigo las alforjas de los hermanos, José decidió ponerlos a prueba e introdujo su copa de plata en las alforjas de Benjamín. Cuando los hermanos ya se marchaban de la ciudad, fueron alcanzados por los soldados, que los acusaron del robo de la copa. Éstos negaron el hecho, pero los soldados revisaron las alforjas y, para sorpresa de los hijos de Jacob, la copa apareció en la de Benjamín. Entonces los soldados anunciaron que los demás podían seguir su camino, pero que el ladrón debía quedarse. Ninguno de sus hermanos quiso aceptar esto, y todos volvieron con José, quien les recriminó que defendiesen a un ladrón y los instó a volver a su tierra. Sin embargo, sus hermanos replicaron que preferían morir que ver sufrir nuevamente a su padre, quien ya sufrió el dolor de la pérdida de un hijo predilecto y no podría volver a soportarlo.
Entonces, José expulsó a los soldados y a los esclavos y rompió a llorar a gritos, con tanta fuerza, que sus llantos se oyeron hasta en el palacio del Faraón. Al ver que habían cambiado y que estaban dispuestos a dar la vida por su hermano menor, José por fin se dio a conocer a sus hermanos. Éstos enmudecieron de asombro y de miedo al pensar que, probablemente, querría vengarse de ellos, pero José los calmó, diciendo “No os preocupéis, que todo fue obra de Dios, era necesario que yo viniese a Egipto para que nuestro pueblo, Israel, sobreviviera en este tiempo de escasez y hambruna”.
Al enterarse el Faraón de lo sucedido, mandó a decir a José que invitase a Egipto a Jacob y a su pueblo, pues deseaba regalarles tierras de cultivo en agradecimiento por cuanto José había hecho por los egipcios. Los hermanos de José volvieron a Canaán, cargados de regalos de Egipto, y le contaron todo a Jacob; éste, lleno de alegría, partió con toda su familia rumbo a Egipto. Al encontrase padre e hijo, Jacob exclamó “¡Agradezco infinitamente a Dios porque me ha dado por segunda vez a mi hijo querido, Él obra de manera misteriosa!”. José le pidió que se quedara a vivir sus últimos años con él y también que se quedase todo su pueblo. Él aceptó, con la condición de que los restos mortales fuesen llevados nuevamente cuando el pueblo regresase a “Canaán, La tierra prometida”.

Jacob y su familia vivieron entonces en la tierra de Gosén, un lugar destinado al pastoreo del ganado en el Alto Egipto, que en tiempos predinásticos habían dominado Egipto. José falleció cuando tenía ciento diez años de edad. Muchos años después, cuando guiados por Moisés, los hebreos dejaron Egipto y llevaron consigo los restos de Jacob y José.
ESTA HISTORIA ES HERMOSA Y NOS ENSEÑA MUCHOS PRINCIPIOS QUE DEBEMOS PRACTICAR EN NUESTRA VIDA. PERO ESTA VEZ PONDREMOS ATENCIÓN EN QUE QUE SIEMPRE EL AMOR Y EL PERDÓN DEBEN PREVALECER EN NOSOTROS  SIN IMPORTAR LO QUE NOS HAYAN HECHO. A VECES ES MUY DIFÍCIL SOBRE TODO CUANDO EL DAÑO LO HACEN PERSONAS QUE AMAMOS, COMO LE PASO A JOSÉ, SIN EMBARGO DEBEMOS PEDIRLE AYUDA AL SEÑOR EN ESTOS PROCESOS PUES ASÍ COMO EL NOS PERDONÓ NOS MANDA A NOSOTROS A HACER LO MISMO.

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