Después de que alguien se burlara de la mujer protagonista
de nuestra historia, por no poder lograr cosas que otra sí, encontramos a una
mujer amedrenta, triste, deprimida o
como usted quiera llamarle pero sucumbida en un mar de aflicción ¿Cuántas veces
alguno de nosotros no se ha sentido así? Creo que todos podremos ponernos en
ese lugar y entender un poco más su situación. El motivo de esta aflicción era la imposibilidad
de concebir un hijo, o como se le dice en la modernidad de nuestros días, era una
mujer estéril. Tanta fue su aflicción
que Ana recurrió al templo a orar para dejarle todo su amargura a Dios, y
entrega una oración de corazón, como dice la biblia, ella movía su boca pero su
corazón era quien formuló las palabras, no fue el sonido de estas a lo que Jehová ponía oído, si no a un clamor de corazón, al
sonido de un corazón humillado.
Es en esta oración donde Ana pacta con Dios y dice lo siguiente
“…Jehová de los ejércitos, si te dignares mirar a la aflicción de tu sierva, y te acordares de mí, y no te olvidares de tu sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza”. (1 Samuel 1:11 RV)
Es aquí, en este versículo donde podemos ver como Ana espera que sea el futuro de su hijo, al decir que “no pasará navaja sobre su cabeza”. En números 6:5 nos da referencia que esta era una práctica de los nazareos, los cuales eran personas que se cuidaban únicamente para Dios, vivir en consagración para él, santificarse para el único Rey de reyes y alejarse de todo lo que empañara una relación íntima con Dios. Y es a este punto al que debemos llegar como padres.
Ana es un ejemplo de sabiduría paternal, y en este primer capítulo del libro nos entrega la primera y la mayor de las verdades que un padre debiera hacer con un hijo, formarlo y educarle para que toda su vida se guarde para Dios, para que sea santo sólo para Dios. No les estamos diciendo que lleven a sus hijos al convento más cercano, si no que se aparten del mal y estén cerca de Dios desde pequeños y así por toda su vida.
Samuel vivió en la sinagoga con Elí, prácticamente toda los días de su vida. Hoy es algo extraño que un niño se vaya a vivir a una iglesia, pero en nuestros días por misericordia podemos tener a Dios en todo lugar a través de su espíritu santo, sólo hace falta inclinar el corazón ante el rey eterno y él edificara una familia, él criará hijos… él velará el futuro de los suyos.
Padres solo hace falta creer, Ana antes
de que orara estaba triste y amedrentada, con una gran amargura, pero después
de que Elí le dijera “.. Ve en paz, y el Dios de Israel te otorgue la petición
que le has hecho” ( 1 Samuel 1:17) Ella se fue en paz , tranquila y “no estuvo
más triste.”(1 Samuel 1:18) es decir, creyó fielmente que el Dios de Israel respondería a su
oración.
El futuro está en sus manos, Dios pide padres que crean en él con una fe vigorosa y así le den ejemplo a sus hijos, pero que además le entreguen sus niños a Dios.
Es tiempo de que en un futuro hayan jóvenes santificados para Dios, y eso sólo se logrará si son niños guardados para él, es decir, niños en los que navaja no pase sobre sus cabezas.
Es en esta oración donde Ana pacta con Dios y dice lo siguiente
“…Jehová de los ejércitos, si te dignares mirar a la aflicción de tu sierva, y te acordares de mí, y no te olvidares de tu sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza”. (1 Samuel 1:11 RV)
Es aquí, en este versículo donde podemos ver como Ana espera que sea el futuro de su hijo, al decir que “no pasará navaja sobre su cabeza”. En números 6:5 nos da referencia que esta era una práctica de los nazareos, los cuales eran personas que se cuidaban únicamente para Dios, vivir en consagración para él, santificarse para el único Rey de reyes y alejarse de todo lo que empañara una relación íntima con Dios. Y es a este punto al que debemos llegar como padres.
Ana es un ejemplo de sabiduría paternal, y en este primer capítulo del libro nos entrega la primera y la mayor de las verdades que un padre debiera hacer con un hijo, formarlo y educarle para que toda su vida se guarde para Dios, para que sea santo sólo para Dios. No les estamos diciendo que lleven a sus hijos al convento más cercano, si no que se aparten del mal y estén cerca de Dios desde pequeños y así por toda su vida.
Samuel vivió en la sinagoga con Elí, prácticamente toda los días de su vida. Hoy es algo extraño que un niño se vaya a vivir a una iglesia, pero en nuestros días por misericordia podemos tener a Dios en todo lugar a través de su espíritu santo, sólo hace falta inclinar el corazón ante el rey eterno y él edificara una familia, él criará hijos… él velará el futuro de los suyos.

El futuro está en sus manos, Dios pide padres que crean en él con una fe vigorosa y así le den ejemplo a sus hijos, pero que además le entreguen sus niños a Dios.
Es tiempo de que en un futuro hayan jóvenes santificados para Dios, y eso sólo se logrará si son niños guardados para él, es decir, niños en los que navaja no pase sobre sus cabezas.
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