noviembre 25, 2013

Enseñale a tu hijo a DAR y a RECIBIR

En un gran  deseo por ofrecerle a los hijos las mejores oportunidades y experiencias para que estén mejor preparados, vivan más felices, los padres hoy en día hacemos hasta lo inimaginable por ofrecerles todo lo que deseen. Sin embargo lo que conseguimos es hacerles daño en lugar de ayudarlos.

¿Autoestima o "egocentrismo"?

Al igual que cuando se le pone demasiada agua a una planta en lugar de nutrirse se pudre, los excesos lejos de beneficiar están perjudicando la formación de los hijos.
Y en esta forma, contrario a lo deseado, no estamos promoviendo en ellos una buena autoestima sino cultivándoles un gran "egocentrismo". Lo que se les está fortaleciendo es el egoismo, convirtiéndolos en personas indolentes, que piensan ante todo en sí mismos y anteponen su beneficio individual sobre todo lo demás.
Perjudicando el cultivo de su buen corazón e impidiendo que desarrollen las fortalezas que les permitirán crecer como personas útiles y virtuosas.

¿Qué es la autoestima?


La autoestima es un concepto que a menudo se ha malentendido y sobre utilizado. Una autoestima positiva y bien estructurada es aquella que demuestra quién se siente capaz y valioso.
No sólo como producto de saberse amado y valorado, sino ante todo como fruto de la satisfacción de percibirse como un ser productivo y capaz de contribuir positivamente al bienestar del mundo que lo rodea.
De tal manera que cuando nos dedicamos a darles mucho y a exigirle poco a los hijos, no los convencemos de que son valiosos, sino de que no tienen nada que aportar. Y en esta forma los privamos de las recompensas de sentirse a gusto consigo mismos y satisfechos por sus contribuciones.

La semilla que dará frutos

Los seres humanos estamos llamados a dar y a contribuir, tanto como las plantas a florecer y a dar frutos. Así, la autovaloración resultante de saberse capaz de colaborar activamente con el bienestar de los demás es la semilla de una autoestima que promete grandes frutos.
Entre más se les impulse a que aporten y sirvan, inicialmente en su hogar y posteriormente a su comunidad y a los demás, mayores serán las posibilidades de que se formen un buen concepto de sí mismos y lleven una vida plena y satisfactoria.

Está visto que las personas más realizadas no son las que tienen más sino las que dan más. Recordemos que la verdadera felicidad, que tanto deseamos para los hijos, dependerá, ante todo, del bienestar que siembren, de las buenas obras que cultiven y de las satisfacciones que logren cosechar. 


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