Cuando el Espíritu de Dios habita en alguien, existe, de forma natural, el carácter que supera a los demás, que no lo tienen. Es el carácter de Dios. Noé, Job y Daniel fueron siervos que, por causa de eso, sobresalieron sobre los demás.
- Toda la historia de Noé, por ejemplo, se resumía en un único versículo: “Noé, varón justo, era perfecto en sus generaciones; con Dios caminó Noé”. (Génesis 6:9)
- Job no era diferente. “Hubo en tierra de Uz un varón llamado Job; y era este hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal”. (Job 1:1)
- Daniel también, aun en el cautiverio en Babilonia, decidió, “en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía…” (Daniel 1:8) Esto es, se puso como condición no disfrutar de los manjares del rey, cuanto más en lo que se refiere a los demás pecados.
El Carácter Divino se resume así:
1 – Íntegro y recto: relación con el semejante.
2 – Temeroso a Dios: relación con Dios.
3 – Desviarse del mal: relación de si mismo con el mundo.
Quien vive dentro de esos parámetros, sobrevivirá en este mundo y alcanzará la vida eterna.
Si anhelamos ver a nuestros hijos y queremos ser fieles reflejos del amor de Dios busquemos el CARÁCTER DIVINO.
No hay comentarios:
Publicar un comentario