La familia es quien construye el marco de valores con que el niño construye su mundo. Si les enseñamos a valorar lo material por sobre lo humano, será difícil vivir experiencia menos materialistas y que se conecten con cosas más profundas que el valor de los objetos y su significado en términos de éxito social.
Invitamos a las familias a darse tiempo de compartir espacios para enseñar desde pequeños a los hijos a valorar el contacto afectivo, a sentarse a contemplar un atardecer juntos, vibrar con una música, a ver cómo cambia la luz en los objetos, a reconocer las caras y las expresiones, a tocarnos y expresarnos lo importante que es estar y sentirse cerca.
- Recuerden con cariño sus infancias y busquen cuando perdieron la capacidad de asombrarse con lo pequeño y hermoso de la vida. Y trabajemos para que nuestros niños puedan trascender de los “monos japoneses” y los aparatos plásticos inventados por la última tecnología de oriente.
- Acompañemos a nuestros hijos a redescubrir el goce de lo sencillo a ver y observar el entorno, a plasmarlo sin vergüenza ni inhibiciones en dibujos o escritos.
- Permitamos que abran la puerta hacia el contacto con el mundo interior, con las emociones y con los demás.
- Desarrollemos en ellos la confianza por la vida y los demás seres humanos y seres vivos.
- Invitémoslos a vivir en el respeto y la armonía con la existencia, a observar los ciclos de las cosas y a entender las dinámicas de la naturaleza, de lo vivo.
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